(El texto que sigue e parte de la publicación que entregué con motivo del Segundo encuentro de Los Buga, 3 al 5 de diciembre de 2016 en San Martín de los Andes)
“La chacra”,
“Punta del Agua”, “el arroyo”, “la quinta vieja”. “El médano”, “el canal de
Britos”, “el terraplén”. “El sauce caído”, “la pieza de abajo”...son
expresiones familiares. Pero, los jovencitos de la familia, que lean estos escritos se preguntarán a qué me refiero.
Por eso, pero
especialmente porque me resulta grato hacerlo, por el mes de julio 2001, al año
de haberme jubilado, empecé a escribir en borradores estas vivencias , tan
caras a mis recuerdos y de tanta carga afectiva para los hijos de Malque y
Fortunato.
Esos nombres
entrecomillados, que indican lugares,
los habremos pronunciados cientos de veces mis hermanos: Elisa,
Haydee, Beto, José , Zulema ( Chola),
Eduardo ( Cholo) y yo...Carlos.
Esos nombres
mis sobrinos, destinatarios de estos registros,
los conocen, claro, porque son los nombres de sus abuelas , abuelos o en algunos casos
bisabuelos. Ellos y yo, el menor, somos los hijos de Malque Yermenos y
Fortunato Buganem que establecieron su hogar en “La Chacra”, paraje de “Punta
del Agua”, a una legua del pueblo de Valcheta, departamento del mismo nombre en
la provincia de Río Negro.
La chacra fue el lugar de mi infancia ( mi paraíso)...Un lugar muy amado y que
signó mi vida , por ejemplo, con un tirar siempre al campo y a todo lo
relcionado al mismo. Seguramente por el verdor de sus árboles, por el sabor de
sus frutos, por el contacto con la tierra y sobre todo por el amor de mamá...
Mamá es, para
mis sobrinos y algunos sobrino-nietos que la conocieron, “la abuela Malque”.
Una gran mujer que aunque fue a la escuela muy escaso tiempo, para aprender tan
solo a leer y escribir; adquirió, por educación familiar y por experiencias de
vida, dones de urbanidad y una sabiduría que no he llegado a tener yo con mis estudios
primarios y secundarios.
Malque gustaba
de tratar con la gente y sabía hacerlo con una conversación educada, respetuosa
y amable . Sumaba a ello un alto espíritu solidario: en gran parte innato y
otro tanto por su formación cristiana. Era propensa a dar, a ayudar con lo poco
de que disponía a aquellos que lo necesitaran. Al decir “dar” me refiero tanto
a lo material, generalmente alimentos, como a dar afecto. Esa actitud suya-
amable y abierta- nos valió a la vuelta de los años- recibir compensaciones en
amistad, afecto y favores. Rescato aquí una enseñanza bíblica: la de la
recompensa, la de cosechar conforme a lo que sembramos.
Su madre: Tala
Kalil y su padre Saad Yermenos eran libaneses. Mi abuela estaba embarazada
cuando se embarcaron con rumbo a América y Malque nació en el barco, mientras
se encontraba en aguas libanesas, por eso era legalmente de aquella
nacionalidad pero, me satisface decir
que mamá fue tan argentina como el mate cocido, las tortas fritas y el dulce de
leche; por nombrar sólo tres de los alimentos que con amor nos brindó a sus
hijos y nietos , como preciosas golosinas
Por lo tanto
deducirán que mamá se crió en la Argentina, desde los tres años en la chacra y aunque hablaba en árabe con
mi abuela Tala y con los pocos mayores que formaban el grupo de amigos de la colectividad que solían visitarnos, hablaba nuestro idioma correctamente y sin acento extranjero.
Se casó muy
joven, a los dieciséis años, con Fortunato, primo de su padrastro, Nader
Buganem. Malque amó y respetó a nuestro padre inmensamente y más allá de la
vida de papá, ya que a pesar de
haber quedado viuda a antes de los los cuarenta años no volvió a casarse.
De mi padre,
que falleció siendo yo muy pequeño, no poseo recuerdos pero he sabido, por lo
que me han contado mamá y mis hermanas y hermanos, que era un hombre muy bueno :...” un pedazo de pan” como me dijo
algún viejo vecino que lo conociera, muy trabajador y honesto.-
En lo que se
refiere al aspecto fundacional de nuestra chacra hay un hecho importante que
nunca supe de chico, ni de joven y que hace pocos años, dos o tres antes de
partir, me relató mi hermano Beto.
Cuando Papá y el Tío Nader decidieron hacerse chacareros ello
significaba recibir tierras fiscales; bueno, el caso es que supieron con muy
poco margen de tiempo –cuarenta y ocho horas - que un delegado del gobierno
pasaría por la comarca para verificar si los colonos contaban con los
requisitos. Esos requisitos consistían en una vivienda de dos ambientes,
techada y una hectárea de terreno alambrado.
Qué hacer, contaban con sólo dos días. Pues lo hicieron ...¡En una noche! Con la ayuda de buenos vecinos, gente
labriega como ellos. Trabajaron alumbrándose con faroles a kerosene y; al día
siguiente el delegado del gobierno pudo verificar que allí estaban la vivienda
y el campo alambrado de los “turcos Buganem”.-
“GRANJA RÍO
LUJÁN” con ese nombre que recuerdo haber visto de chico en algún sello y
papeles con membrete , mis mayores denominaron a ese establecimiento pero ya en
mi época de niño no se la conocía con ese formal nombre sino que simplemente
era “La Chacra”
Por lo que he
podido saber, no fue una chacra “así nomás” sino que dentro de sus
posibilidades el tío y papá se aseguraron de tener asesoramiento técnico,
herramientas adecuadas y buena calidad de plantas y semillas.
Recuerdo de
niño que había unos libros pesados, parecidos en tamaño a guías telefónicas, con mucho escrito y
fotografías de cultivos y plantas: se los llamaba “ Almanaque del Ministerio”
eran publicaciones del Ministerio de Agricultura de la Nación, que se recibían
mensualmente y que en los comienzos constituyeron una excelente fuente de
información. Contenían artículos sobre todo tipo de cultivos, métodos, fechas ,
semillas, plagas, etc.
Llegaron a
contar con un tractor y sus accesorios
de labranza, yo no alcancé a verlo,
supongo que debieron venderlo porque no hacía falta o bien porque les hacía
falta dinero. Pero escuché hablar acerca de esa
máquina y hasta
había una lugar al que se lo seguía llamando “el paso del tractor”.
También habían
instalado una bomba accionada por un motor a explosión para elevar el agua,
desde el canal que pasaba por el borde del valle, hasta la vivienda, la cual,
seguramente previendo crecidas del arroyo, había sido levantada en el faldeo de
una loma.
Los frutales y
los rosales, de hermosas flores granates
y amarillas adornaban el jardín de mi abuela Tala, eran compradas en el vivero
“Los Alamos de Rosawer” en Cipolletti.
Los frutales eran de muy buena calidad.
No sé si será porque sus frutas eran en
mi infancia casi las únicas golosinas que podía degustar, pero para mí, el
sabor de aquellas “manzanas deliciosas” y de aquellos duraznos y ciruelas son
los más ricos que he probado en mi vida.
No era
demasiado grande la extensión dedicada al cultivo de frutales, pero sí muy variada y de calidad.
Manzanos, perales, ciruelos, durazneros, damascos, membrillos, vides, dos o
tres higueras y los más raros eran unos árboles de granadas y uno de nísperos.
Este último daba un fruto cítrico,
redondito del tamaño de una ciruela mediana y que al madurar su pulpa se transforma
en una especie de crema , contenida por una finísima piel y de un riquísimo
sabor entre dulce y ácido.
Los frutos
enumerados , más las sandías y melones condensaban toda la dulzura, las
energías y nutrientes que era capaz de
brindar esa tierra con el esfuerzo
amoroso de esos nobles árabes venidos de tan lejos en busca de su destino
He escrito
primero sobre las frutas seguramente porque en el recuerdo de la infancia eran
mis preferidas pero, igual de importantes eran en la chacra , las legumbres y
hortalizas: tomates rojos y jugosos, papas, cebollas, ajos, exquisitos zapallos
criollos, zapallitos de tronco (los redonditos) y zapallitos largos que para
nosotros eran los zapallitos árabes porque con ellos se preparaba una riquísima
comida ahuecando y rellenando con carne y arroz expertamente condimentados por
las manos de Tala y de Malque.
Las remolachas,
qué manjar, las zanahorias, arvejas , habas , pepinos...cuánta variedad y qué
delicias. ...Ya de grande nunca
encontré en las verdulerías ni en los sofisticados autoservicios que
vinieron después, unas hortalizas tan ricas como aquellas que las manos
laboriosas de mamá cosechaban temprano para preparar el almuerzo.
Y el maíz, los
choclos, no me olvidé de este producto, sino que por tratarse de un cereal, lo
pongo por separado. Este era otro manjar ya sea que se lo consumiera tostado o
en el sabrosísimo puchero...
Los cultivos se
realizaban en dos lugares: uno El valle, del arroyo Valcheta, modesto curso de agua
dulce que naciendo en Chipauquil y recorriendo todo el valle, cruzaba por el
centro de la chacra. El otro sector de cultivo era El
médano así llamado por el suelo
arenoso, entre lomas, donde se plantaron
las parras y frutos de carozo, en especial durazneros.
.En el Valle se
plantaron los perales y manzanos así como pasturas: alfalfa que ya sea verde o seca y enfardada, servía para alimentar los
caballos.
La .parte de
granja se completaba con la cría de cerdos, algunas vaca para obtener la leche
para el consumo familiar y en épocas de
los primeros años la crianza de chivas de lo cual recuerdo poco y sólo por lo
que oí contar.
(En homenaje a la memoria de nuestros padres y abuelos: Malque, Fortunato, Tala, Juan Antonio y al T{io Nader; para que mis sobrinos y/o sobrinos nietos conozcan su procedencia e identidad. Afectuosamente. El tío Carlos.)
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