martes, 30 de abril de 2019

Símbolo













El transcurrir del tiempo, los vientos, las lluvias, los intensos calores de tantos veranos y las heladas de tantos inviernos, fueron ajando, horadando, deteriorando esos ladrillos que, hace ya muchos años, fueron pegados uno a uno para ser   el hogar donde fundaron nuestra familia Papá Fortunato y Mamá Malque. Para que allí nos trajeran a la vida y nos criaran a los siete hermanos.

Hogar del que, ya crecidas las hijas y los hijos, fueron partiendo en búsqueda de sus propios destinos.  Y un día esa casa fue tapera, por el paso del tiempo, por los calores, por los fríos y porque “Así es la vida”.

En ese espacio, un invisible puntito en la inmensidad del mundo, en ese hogar, entre esos ladrillos, bajo aquel techo; cuántos momentos, cuantos recuerdos de tantas vivencias gratas, ingratas, dulces, ácidas o amargas que el destino pone en las vidas de las personas.

Gratas habrán sido las buenas cosechas, los nacimientos, los festejos, como ingratos los malos tiempos, las cosechas perdidas, las enfermedades y las partidas: entre estas amarga muy amarga habrá sido la temprana partida de nuestro padre y duro el desamparo que obligó a hacerse fuertes para seguir adelante.

 En ese lugarcito, en esa acertada elección que vos hiciste para la foto, querida Andrea, ahí mismo quizás estarán alojados, dormidos, compactados en ese rinconcito todas las vivencias de medio siglo  de vida familiar…Por eso cuando vi la foto, vi en ella un símbolo que resume y contiene todo el historial de la familia, condensado en esa esquinita donde dos pedacitos de paredes, de toscos ladrillos hechos con tierra rionegrina y sudor de inmigrantes libaneses, lo cobijan,  como dos manos protectoras.

domingo, 21 de abril de 2019

EN LA PASCUA DE RESURRECCIÓN


Este bellísimo Soneto se considera anónimo, aunque algunos se lo atribuyen a San Juan de la Cruz, y otros a Santa Teresa de Jesús





No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.



Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.


Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.