lunes, 17 de agosto de 2020

El mejor regalo



Cuando estoy ante la  vidriera de una librería , me agrada observar todo: cuadernos,  útiles de geometría, plasticolas, gomas de borrar, lápices de colores... Entonces mis recuerdos vuelan en el tiempo, hasta  muchos años atrás. Sí muchos, poco más de setenta...¡Siete décadas!

Mi siempre recordado tío Nader había viajado a Los Menucos, cada tanto hacía ese viaje a visitar a su hermano Nayib...quien vivía allá con su familia. Recuerdo a mi tío subiendo al tren. El tren impactaba  mi asombro infantil  por su tamaño, sonidos, ruedas de hierro, una cantidad de coches arrastrados por la enorme locomotora que encabezaba el convoy para  llevarlo por esas  vías del ferrocarril Roca hacia la línea sur. En el recorrido de doscientos kilómetros pasaría por pequeños pueblos y parajes: Musters, Nahuel Niyeo, Teniente Maza, Falkner, Ramos Mejía, Sierra Colorada, Ganzú Lauquén y finalmente Los Menucos. 
Aquella vez, la que recuerdo tan vívidamente, habíamos ido hasta la estación a despedirlo. Pero ese paseo no era frecuente, porque la chacra de la familia estaba a poco más de una legua de la estación Valcheta y no teníamos auto, solamente carruajes. El motivo de este relato es el regreso de mi tío, supongo que la visita a su hermano,  a su esposa María y a los hijos de ambos, habrá durado una semana. A su regreso, no tuve ocasión de ir a esperarlo a la estación.
 Mi sorpresa, cuando él llegó, fue el pequeño obsequio que me trajo en aquel viaje: una cajita de seis lápices de colores. Me emociono cada vez que recuerdo ese momento. Por qué lo hizo, por qué ese regalito.  El era un hombre muy observador y en alguna otra parte de estos recuerdos habré mencionado su interés por la tecnología. Pero aquí el motivo es esa pequeña cajita de humildes lápicitos de madera: el rojo, el azul y el amarillo; después aprendería que se los llama primarios. Más otros tres no tan vivos como son el verde, el marrón, y el que menos se usaba: el violeta. Supongo que mi tío me habría visto, entretenido en copiar letras de alguna revista, letras mayúsculas tipo  imprenta con algún lapíz negro que había en casa , sobre alguna hoja que mamá me habrá dado del bloc para escribir cartas que en esos tiempos  siempre había en los hogares. 
¿Hace falta recordar que no existían celulares? Pero igual se vivía.  

Cuántos garabatos  habré hecho en esos tiempos, no había escuela cercana y mucho menos jardín de infantes. Y ahora, a distancia de tantos años, estoy seguro que Nader Buganem, habrá sabido que ese regalito fue el mejor que pudo traerme aquella vez  al regresar de visitar a su hermano  Nayib en Los Menucos.                                     



PD: Y si las almas se comunican en algún plano sabrá que siempre le agradezco aquella cajita de seis colores, como le agradezco por las fotografías familiares de nuestra infancia y por la radio que escuchábamos alimentada por dos viejas baterías de automóvil que permitían a todos en casa escuchar programas de radio de Buenos Aires. A su memoria este humilde relato.