COCINERO
Me tenía que ir a trabajar a Quechuquina y allí no había restaurantes. Entonces le pedí a mamá que me explicara cómo se hacían las comidas más comunes. Nada de sus inolvidables capellettis con tuco de salsa de tomates, ni el tradicional keppe árabe, ni mucho menos sus zapallitos rellenos al horno. Empezamos por un sencillos guiso. El puchero era más fácil porque todo iba a la cacerola y a hervir se ha dicho.
En este punto me acordé de algo que solía decir mi hermana Elisa: "Andaba al ruido de las ollas"era para referirse a alguien que cocinaba con apuro ya fuese porque se le había hecho tarde o porque tendría visitas a comer. Qué lindo eso de tener visita a comer. Una costumbre que ojalá nunca se deje atrás por pasada de moda.
Retomando el relato diré que Malque ( mi mamá) me explicó que para el guiso debería comenzar rehogando una cebolla picada junto con el morrón, cinco minutos después agregar la carne picada, luego sal gruesa (una cucharada sopera) a continuación los condimentos y finalmente el guisante elegido, que podía ser arroz, fideos caracoles o moñitos, arvejas en lata o alguna otra legumbre previamente remojada. Hervir lo necesario, luego apagar la llama y dejar reposar cinco minutos .
Y listo el pollo...¡Perdón! listo el guiso.
Y así comencé a cocinar los miércoles al mediodía en mi recordada escuelita de Quechuquina, la provincial número tres. Bueno, pero me parece que algo les hace ruido a mis interesados lectores.
Sí claro - porqué los miércoles-, ¿acaso lunes y martes no comía? Si, comía las viandas que como parte de mi equipaje llevaba los lunes por la mañana, preparadas por mamá (Un beso al cielo, como se dice ahora) cuando partía a tomar la lancha de Parques Nacionales*, que me llevaría desde San Martín de losAndes a hasta el muelle de Quechuquina. Esas viandas era manjares, preparados por ella, claro y podían ser empanadas, árabes o criollas; milanesas o algún trozo de carne asada al horno que hasta hoy me encanta deglutir a manera de fiambre. Bueno, así aprendí a cocinar y, tanto progresé que cuando años más tarde fui a otra querida escuela rural , la de Hua Hum; habilité por mi cuenta el comedor escolar, porque decidí -con la partida, escasa por cierto, que mandaba el Consejo- hacer el almuerzo para los chicos y para mi. Cosas que pasaban en aquellos tiempos en que nadie decía: " Eso a mi no me corresponde" ( Pero esa sería otra historia)
Seguramente el tener que cocinar me ayudó a estar entretenido, y fui aprendiendo a preparar otras comidas, superando guisos y tallarines con tuco. En cuanto a pastas tendría mucho por aprender y así lo hice ya que constituyen mis platos preferidos, claro que con un vasito de vino tinto. Fui incluyendo en mi recetario: ñoquis canelones, lasagnas, capellettis, malfattis, pero nunca me atreví a amasar tallarines.
No hay comentarios:
Publicar un comentario