martes, 8 de mayo de 2012

En el Día de la Virgen de Luján

Entre Las primeras vivencias de mi infancia está lo atinente a la religión. En el pueblo de Valcheta, por entonces, había una capilla pero no se contaba con un sacerdote en forma permanente.
Mamá nos enseñó a rezar y en alguna parte de nuestro hogar estaba la imagen de la Virgen de Luján y escuché con asombrado, leído por mamá en una estampita, el milagro de la carreta  que al pasar por Luján no pudo continuar, hasta que no se dejó allí un cajoncito conteniendo una estatuilla  de la Virgen que en adelante se llamaría Virgen de Luján.

Para nosotros el nombre corriente de nuestro hogar  en la zona rural de Valcheta, era “La Chacra” pero, mi tío y mi padre le habían puesto  a aquel establecimiento, el nombre de “Granja Río Luján”, había unos impresos o un sello con ese nombre.

Yo se que mi madre era muy devota de la Virgen de Luján y nos transmitió esa creencia, y ese buscar ayuda y consuelo espiritual en esa imagen y en lo que ella significa.
Acaso la devoción a ella y el nombre elegido para la chacra obedezca a que  que esta deidad es la patrona del pueblo de Valcheta, por entonces en el frente de la bonita capilla estaba escrito "Nuestra Señora d Luján". 
                                                      Antigua Capilla Nuestra Señora de Luján 
                                                                                  Valcheta pcia. de Río Negro

Y siguiendo el hilo de los recuerdos diré que cada tanto, supongo que una vez al año, llegaban las misiones de la iglesia: un padre cura y algunas monjas para traer por una semana la presencia de la iglesia católica, representada por ellos, y suplir así la carencia de un cura estable. Entonces los fieles del pueblo y de los alrededores, como nuestro caso, asistían a misas, bautismos, comuniones , casamientos y culminaba esa misión con una procesión por las calles, presidida por la imagen de la Virgen llevada en andas y la gente llevando antorchas y entonando los rezos y cánticos religiosos.

Nosotros no teníamos automóvil, y la chacra distaba unos seis kilómetros del pueblo, así que íbamos con algún vecino que tuviera movilidad, por lo general en un camioncito de nuestros vecinos y primos de la familia Seleme. Ir al pueblo, de por sí,  significaba una especie de aventura llena de novedades: por las casas alineadas, por las calles, los coches, camionetas y otros vehículos, las vías del tren…¡El tren! Otro fenómeno de novedad y misterio. ¿De dónde venía y hacia dónde iba? En fin, para mis cuatro o cinco años de niño campesino el tren era todo una novedad impresionante: Una mole oscura y ruidosa que arrojaba vapor, a la que le decíamos máquina y traía a remolque tras de sí los coches y vagones.
En ese tren era que llegaban las monjas y el cura, los misioneros. A las hermanitas las recuerdo altas, con su hermoso hábito azul claro de falta amplia y larga que casi no dejaban ver su calzado, con una capa sobre los hombros y un tocado del mismo color, debajo del cual una vicera blanca no dejaba ver sus cabellos, se sabía que al ser ungidas se les cortaba el cabello. Un cuello también blanco subía desde la pechera del vestido y llegaba hasta el mentón, de modo que sólo quedaban a la vista su rostro y sus manos.

Supongo que la llegada de aquellas misiones, además de reafirmar la fe y renovar las esperanzas de los habitantes de Valcheta, significarían un quiebre a la monotonía de la vida cotidiana. Y si así era para quienes vivían en el pueblo, cuanto más para los de alrededores, del campo. Por eso será que no se me olvida: el vestirse con las mejores ropas, el recibir indicaciones de cómo comportarse, el repasar las oraciones y , llegado el día subirse al camioncito de Los Seleme para emprender esa aventura de ir al pueblo, de caminar por sus calles, de ver su gente y sus casas de comercio, de visitar conocidos y de estar en las misas, los bautismos , la procesión y admirar esas personas que no eran como el común de la gente: las hermanitas , y el sacerdote con sus distintos atuendos y  en ello , otra vez el misterio, como el tren que los traía…¿desde dónde..? Y hacia dónde irían después de concluída su misión. Porque sabíamos que al tomar los hábitos reunciaban a sus familias para dedicarse sólo a Dios.

Y nos quedábamos con el alma tranquila y con las imágenes y el recuerdo de lo vivido y a continuar la vida habitual hasta la próxima misión y protegidos por lo que la virgencita significaba…
Hoy me lo informó muy temprano  alguna locutora de radio : "Hoy es el día de la Virgen de Luján"… Y entonces recordé aquellos primeros años y le agradecí a la Virgen por lo vivido.- 

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