Mi hermano José Buganem, falleció repentinamente un día como hoy de mil novecientos ochenta y cinco.
Todos mis hermanos y hermanas, por ser yo el menor y habiendo fallecido nuestro padre Fortunato , teniendo yo escasamente dos años; fueron ellas y ellos mis tutores, nuestra madre si vivía y debió luchar valientemente pues quedó viuda con siete hijos, de los cuales la mayor era mi hermana Elisa y el mayor de los varones era Juan Fortunato, cariñosamente apodado Beto.
Mi hermano José, quien fue el primero en venirse a trabajar junto a nuestro abuelo Juan Antonio, en San Martín, pasó a ser directamente mi tutor, cuando meses después de hacerlo él, yo también fui enviado a esta ciudad cordillerana que pasó a ser desde entonces nuestro lugar de vida. Años después también vendrían a radicarse nuestro hermano Eduardo ( el Cholo) con su esposa Aquilina y sus dos hijos Jorge Eduardo y Marcelo. También en los noventa vendría nuestra hermana Haydee, su esposo Fernando y sus hijos Mariel y Omar.
No solo hoy los recuerdo a todos, sino cada día. Pero justamente en este día, recuerdo a José: moreno, alto, buen mozo. De pocas palabras, nunca altisonantes ni de enojo. Sus enojos lo llevaban a mantener silencio y por eso no ofendía con palabras que a veces motiva un enojo. Muy trabajador, protector de su familia; a él le debo haber perseverado en cursar el secundario y haber recibido mi título de maestro normal nacional en mil novecientos sesenta y tres. Ese título me permitiría ingresar a la docencia estatal y hacer de esa profesión mi medio de vida.
Hay muchísimos recuerdos de José: los primeros años en La Chacra, un lugar muy verde y muy productivo precisamente por el enorme esfuerzo del trabajo de mis hermanos mayores, José trabajó muchísimo en la siembra, cuidado de los cultivos y cosecha. Fue experto en la poda delos frutales y lo recuerdo embalando la fruta apropiadamente en cajones de madera, protegidas las manzanas con un papel y cartones corrugados para enviarlos por el ferrocarril Roca hacia clientes domiciliados en pueblos dela línea sur de Río Negro.
Después, un accidente sufrido justamente en la Chacra, durante una inundación, mientras trataba de hacer un terraplén para proteger el sembrado, cambió su destino y una vez sanado internación de por medio varios meses de convalecencia, decidió aceptar la oferta del abuelo y trasladarse a Sa Martín en el invierno de mil novecientos cincuenta y ocho.
Aquí en el año sesenta y seis uniría su vida a María Luisa, trabajarían juntos y criarían a sus cuatro hijos, hoy personas adultas: Emir José Ariel, Juan Carlos, Gustavo Fabián y Ceferina Adriana.
Hoy dejo este muy breve recuerdo por escrito, en memoria del muy querido hermano y gran persona que fue.